Dicen que cuando
más coletazos da el pez, es cuando se le saca del agua. Que la fiera más
peligrosa es aquella que se siente herida. Los resultados de las últimas
elecciones europeas deben estar generando mucha inquietud y hasta sensación de asfixia a quienes,
estando acostumbrados a manejar el “cotarro” con suficiencia y hasta
naturalidad, se abaten ahora en
movimientos tan nerviosos como lastimeros, lanzando bocanadas a diestro y siniestro.
El stablishment,
asediado por una multitud creciente y descreída, se afana en la búsqueda de
puertas de escape, escudriñando ansiosamente los espacios a su alrededor.
Intenta zafarse sin soltar el botín acumulado, lanzando monedas para despistar
a los menesterosos, al tiempo que sablazos -sin ton ni son- al aire que les
envuelve, esperando causar todo el daño posible y abrirse un hueco entre los
despojos de la reyerta.
Les urge parar el
tiempo mientras ellos se apremian en el saqueo -si las aguas no vuelven a su
cauce, al mismo cauce en el que hasta ahora han nadado plácidamente, es mejor
no dejar piedra sobre piedra y los cajones vacíos-.
Privatizan sectores
estratégicos, especialmente si generan beneficios, como AENA. A golpe de
rodillo y de decretos-ley imponen paquetes de medidas donde las reformas
destinadas a hacernos más pobres y nuestro empleo más precario, se presentan
junto a otras inconexas, cuya única
misión es camuflar la pestilencia.
No sienten reparo
en sacar al trilero que llevan dentro. Corrompen el lenguaje, hasta el punto de
vendernos, como “regeneración democrática”, su intención de legalizar el pucherazo
que les permitirá mantenerse en las corporaciones, contra viento y marea, tras
los próximos procesos electorales. Sus posiciones e intereses peligran y “lo
saben”.
“Ahora lo ves, …, ahora no lo
ves”. Para ellos, se palpa la alegría en las calles.
¡La recuperación económica es un hecho! -según sus cuentas-; pero ocultan que
esa supuesta recuperación sólo se nota en los insaciables bolsillos de los
grandes holdings bancarios y empresariales y que la brecha social ha crecido
hasta límites intolerables -España ocupa el primer lugar en el ránking de
desigualdad de los países de la OCDE-. Hablan de creación de empleo, pero
omiten que en su nuevo mercado laboral competimos por peonadas salvajes que
mantienen bajo el umbral de la pobreza a
cada vez más gente.
Intentan
convencernos de que deben protegernos de nosotros mismos y nos enganchan al
cuello una ley de seguridad ciudadana destinada a coartar y criminalizar la
libertad de reunión, deambulación, expresión e información -todo en el mismo
saco y de un plumazo-.
Se les llena la
boca con palabras como democracia o constitución, pero no quieren oír al pueblo
y en quince días elaboran leyes para endosarnos cuatro reyes y una infanta en
la jefatura del estado.
Nos hablan de
futuro y venden nuestro mar a emporios transnacionales que devoran el planeta como si no hubiera un mañana y de
puntillas, para no hacer ruido, militarizan nuestras islas -como en el caso de
Fuerteventura- porque saben que el petróleo es fiel aliado de la guerra.
Proclaman un mundo
libre, pero comparten mantel y mesa con sanguinarios dictadores cuando avistan
negocios favorables. Parlotean sobre el indispensable papel de la diplomacia en
la resolución de conflictos internacionales, pero intercambian sobres y
prebendas con quienes siembran la muerte -que les pregunten a los civiles
palestinos, de donde provienen las bombas que llueven sobre sus cabezas en
Gaza-.
La sensación de
asedio, les lleva a comportarse como víboras, con perdón para el inocente
ofidio. En su huida hacia adelante, los que no tenían quien les chistara, se
desmelenan y patalean, propinando toda suerte de exabruptos a quienes
identifican como los culpables del seísmo que agita sus poltronas. Saben que
así no conseguirán detener el movimiento telúrico, pero necesitan
generar confusión y parálisis temporal en las conciencias.
Cuando se les
inquiere sobre el desolador panorama que han generado, señalan para otro lado:
hablan de Venezuela y de los terribles demonios que se abatirán sobre nosotros
si seguimos reclamando derechos arrebatados e higiene democrática. Se rasgan
las vestiduras y se erigen en adalides de la libertad, pero obvian hacer
referencia alguna a los países en los que gobiernan sus amiguetes y en los que
se cometen todo tipo de atrocidades: ninguna referencia, por ejemplo, a
Honduras, donde decenas de miles de niños intentan escapar masivamente de la
barbarie desatada; ninguna referencia, por ejemplo, al vecino Marruecos, que
somete al pueblo saharaui al genocidio con absoluta impunidad; o mirando para casa, ninguna referencia a los
millones de personas que ellos mismos han condenado a la miseria,
arrebatándoles la dignidad del trabajo, la seguridad de un techo o incluso, como
en el caso de 2.800.000 menores, la posibilidad de alimentarse de forma
suficiente.
Nos tratan como
tontos, como a auténticos disminuidos mentales, porque no nos respetan, pero
nos temen. Olfatean el cambio; perciben el aceleramiento histórico, pero actúan
como la mosca que se golpea insistentemente contra el cristal sin percatarse de
que la ventana está entreabierta.
Adolfo Padrón
Berriel
Miembro de
co.bas-Canarias, de Canarias por la Izquierda y del Círculo PODEMOS Gran
Canaria.
Canarias a 11 de
julio de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario